Llevaba
varios días sintiéndome extraña, rara, con poco ánimo, sin ganas
de hacer nada, más que de limitarme a hacer las labores que me
adjudicaba mi autoritario y tradicional jefe, no bastaba con ser de
las pocas mujeres en ocupar un cargo “importante” en la empresa,
si no que a pesar de desempeñar un puesto en condiciones similares a
las de mis compañeros cobraba mucho menos que ellos, esto me
frustraba enormemente, buscaba la manera de autoconvencerme a mi
misma de que el director de la empresa tendría sus propias razones
para actuar de esa forma, pero la verdad que cuanto más lo pensaba
menos idea tenía del porque de esta situación que tanta angustia me
provocaba. Me asfixiaba, me sentía como un pez fuera del agua en
esta situación, sin saber reaccionar y esperando a que nuevamente lo
devuelvan al su medio.
Por
otra parte estaba la actitud de mis compañeros, en especial la de
los hombres, que encima de cobrar más que nosotras, se mofaban de
esta situación y estaban muy a favor de que ellos cobrasen más,
¡como me hubiese gustado que los papeles se invirtiesen aunque solo
fuese por un momento !, para que ellos pudiesen comprobar en carne
propia, la frustración y el agobio que vivíamos a diario en esta
empresa, donde me vi inevitablemente trabajando al mudarme de casa de
mis padres.
En
el trabajo teníamos descansos de veinte minutos, dónde tomabas un
café y te limitabas a despejarte después de la dura jornada laboral
o te mentalizabas para cuando comenzase la siguiente, todo el mundo
quería que acabasen ya las horas de trabajo para dedicarse a su
familia o si estabas solo pues a dedicarte a tus aficiones que por lo
general no eran las de trabajar en esta empresa ...recuerdo que tenía
mucha sed, me estaba mareando y me entraban ganas de vomitar, se
podía percibir un olor fuerte, intenso y bastante maloliente con
trazos a agua de mar en todo el despacho , no encontraba el foco del
mal olor que ya inundaba la sala, por si fuera poco me estaba
asfixiando y cuando corrí a abrir la ventana para liberarme me caí,
tropecé con mis propios pies, que ya no eran pies si no aletas, me
fije en mi cuerpo cubierto de escamas, quizás fuese yo la que
desprendía el olor a pescado podrido que se dejaba notar ya en toda
la habitación.
Me
entraron ganas de llorar, quería levantarme y no podía , me
arrastraba por el suelo, buscando un apoyo para incorporarme y poder
pensar con claridad, me agarre a unas cajas de cartón que había en
la sala y conseguí sentarme en una de ellas, cogí una botella de
agua y comencé a echar por encima de mi inmensa y pesada cola que
ya era un impedimento para desplazarme, el agua que contenía el
pequeño recipiente, poco a poco me fue aliviando el dolor que sentía
por la sequedad de las escamas que ahora cubrían mi piel, pero este
volvió de manera repentina cuando una compañera de trabajo, como
tenían de costumbre entro en mi despacho sin avisar irrumpiendo mi
único momento de privacidad dentro de mi trabajo y me encontró así,
sus gritos retumbaron en toda la habitación y parecía que fuesen a
romper la cristalera del despacho, me asusté, me sentí asquerosa,
despreciada como me había sentido desde que comencé a trabajar en
esta empresa, apestada como un maloliente pez putrefacto. Le
intentaba decir, que no le comentase nada al jefe sobre lo que
acababa de ver, pero no lograba expresarme con claridad y esta ni me
entendía ni se esforzaba en entenderme, así que en un abrir y
cerrar de ojos aparecieron en el despacho mi jefe y varios de mis
compañeros, me sentí la vergüenza de la empresa, inútil pues mi
puesto de trabajo era prescindible y nadie me echaría de menos, me
miraban como si fuese un bicho raro, si mi aspecto había cambiado
pero yo seguía siendo la misma persona que era. Me sentía encerrada
en un cuerpo que era juzgado por su forma y encima en mi lugar de
trabajo que sin duda será el que más odiaré a lo largo de mi vida,
por si fuese poco estaba con personas que nunca habían mostrado
interés en mí y esta situación tampoco iba a ser la excepción que
confirmase la regla.
Oía
como mi jefe y dos de mis compañeros hombres comentaban sobre qué
hacer conmigo con ese aspecto, ya que hoy tendrían una visita del
inspector y era imposible anularla a estas horas de la mañana. Así
que no se les ocurrió otra cosa que envolverme en unas mantas,
cogerme entre varios y llevarme a la sala donde se encontraban todos
los residuos de la empresa, así dejaron más claro que mi presencia
en la empresa estaba de más, esa sala era la cosa más espantosa que
había visto en mi vida, había basura, comida podrida, papeles que
no servían, probablemente de alguna de las múltiples denuncias que
el jefe había recibido por alguno de sus trabajadores (en especial
de mujeres por su mal trato y su trabajo que casi se podría
clasificar de esclavización). Me encontraba peor que nunca
necesitaba agua, tanto como respirar, pero en esa sala no había nada
y nada me podría salvar de morirme, asfixiada en aquella empresa
como un pájaro sin alas como me había sentido desde el primer día
que comencé a trabajar.
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