miércoles, 10 de febrero de 2016

Metamorfósis relato Marina Acebrás

Llevaba varios días sintiéndome extraña, rara, con poco ánimo, sin ganas de hacer nada, más que de limitarme a hacer las labores que me adjudicaba mi autoritario y tradicional jefe, no bastaba con ser de las pocas mujeres en ocupar un cargo “importante” en la empresa, si no que a pesar de desempeñar un puesto en condiciones similares a las de mis compañeros cobraba mucho menos que ellos, esto me frustraba enormemente, buscaba la manera de autoconvencerme a mi misma de que el director de la empresa tendría sus propias razones para actuar de esa forma, pero la verdad que cuanto más lo pensaba menos idea tenía del porque de esta situación que tanta angustia me provocaba. Me asfixiaba, me sentía como un pez fuera del agua en esta situación, sin saber reaccionar y esperando a que nuevamente lo devuelvan al su medio.

Por otra parte estaba la actitud de mis compañeros, en especial la de los hombres, que encima de cobrar más que nosotras, se mofaban de esta situación y estaban muy a favor de que ellos cobrasen más, ¡como me hubiese gustado que los papeles se invirtiesen aunque solo fuese por un momento !, para que ellos pudiesen comprobar en carne propia, la frustración y el agobio que vivíamos a diario en esta empresa, donde me vi inevitablemente trabajando al mudarme de casa de mis padres.

En el trabajo teníamos descansos de veinte minutos, dónde tomabas un café y te limitabas a despejarte después de la dura jornada laboral o te mentalizabas para cuando comenzase la siguiente, todo el mundo quería que acabasen ya las horas de trabajo para dedicarse a su familia o si estabas solo pues a dedicarte a tus aficiones que por lo general no eran las de trabajar en esta empresa ...recuerdo que tenía mucha sed, me estaba mareando y me entraban ganas de vomitar, se podía percibir un olor fuerte, intenso y bastante maloliente con trazos a agua de mar en todo el despacho , no encontraba el foco del mal olor que ya inundaba la sala, por si fuera poco me estaba asfixiando y cuando corrí a abrir la ventana para liberarme me caí, tropecé con mis propios pies, que ya no eran pies si no aletas, me fije en mi cuerpo cubierto de escamas, quizás fuese yo la que desprendía el olor a pescado podrido que se dejaba notar ya en toda la habitación.

Me entraron ganas de llorar, quería levantarme y no podía , me arrastraba por el suelo, buscando un apoyo para incorporarme y poder pensar con claridad, me agarre a unas cajas de cartón que había en la sala y conseguí sentarme en una de ellas, cogí una botella de agua y comencé a echar por encima de mi inmensa y pesada cola que ya era un impedimento para desplazarme, el agua que contenía el pequeño recipiente, poco a poco me fue aliviando el dolor que sentía por la sequedad de las escamas que ahora cubrían mi piel, pero este volvió de manera repentina cuando una compañera de trabajo, como tenían de costumbre entro en mi despacho sin avisar irrumpiendo mi único momento de privacidad dentro de mi trabajo y me encontró así, sus gritos retumbaron en toda la habitación y parecía que fuesen a romper la cristalera del despacho, me asusté, me sentí asquerosa, despreciada como me había sentido desde que comencé a trabajar en esta empresa, apestada como un maloliente pez putrefacto. Le intentaba decir, que no le comentase nada al jefe sobre lo que acababa de ver, pero no lograba expresarme con claridad y esta ni me entendía ni se esforzaba en entenderme, así que en un abrir y cerrar de ojos aparecieron en el despacho mi jefe y varios de mis compañeros, me sentí la vergüenza de la empresa, inútil pues mi puesto de trabajo era prescindible y nadie me echaría de menos, me miraban como si fuese un bicho raro, si mi aspecto había cambiado pero yo seguía siendo la misma persona que era. Me sentía encerrada en un cuerpo que era juzgado por su forma y encima en mi lugar de trabajo que sin duda será el que más odiaré a lo largo de mi vida, por si fuese poco estaba con personas que nunca habían mostrado interés en mí y esta situación tampoco iba a ser la excepción que confirmase la regla.

Oía como mi jefe y dos de mis compañeros hombres comentaban sobre qué hacer conmigo con ese aspecto, ya que hoy tendrían una visita del inspector y era imposible anularla a estas horas de la mañana. Así que no se les ocurrió otra cosa que envolverme en unas mantas, cogerme entre varios y llevarme a la sala donde se encontraban todos los residuos de la empresa, así dejaron más claro que mi presencia en la empresa estaba de más, esa sala era la cosa más espantosa que había visto en mi vida, había basura, comida podrida, papeles que no servían, probablemente de alguna de las múltiples denuncias que el jefe había recibido por alguno de sus trabajadores (en especial de mujeres por su mal trato y su trabajo que casi se podría clasificar de esclavización). Me encontraba peor que nunca necesitaba agua, tanto como respirar, pero en esa sala no había nada y nada me podría salvar de morirme, asfixiada en aquella empresa como un pájaro sin alas como me había sentido desde el primer día que comencé a trabajar.

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