La
famosa Cierva de Cerinea era una criatura de la mitología griega, y
la protagonista de el tercero de los doce trabajos de Heracles.
Heracles tenía el deber de capturar a esta cierva para llevarla viva
a Micenas y entregársela así a su primo, el rey Euristeo, ya que el
Oráculo de Delfos (Santuario del dios Apolo en el que podían conocer su futuro
de boca de la Pitia, una sacerdotisa que se comunicaba directamente
con esta divinidad) ordenó a Heracles que se pusiera al servicio de
Euristeo durante doce años y le dijo que cuando lograra terminar con
éxito los doce trabajos que este le mandara, lograría obtener la
inmortalidad.
La cierva tenía pezuñas de bronce y una gran cornamenta de oro. Era un
animal protegido ya que estaba consagrada por parte de la pléyade
Táigete (una de las siete hijas del titán Atlas y la ninfa marina
Pléyone) a la diosa de la caza, Artemisa. Era una de las cinco
ciervas que ella había intentado capturar para engancharlas a su
carro, pero esta cierva había sido la única que había logrado
escapar.
La
cierva se caracterizaba por su gran velocidad. Prueba de ello era que
las fechas de el Heracles ni siquiera se acercaban a su cuerpo.
Heracles tardó un año en atraparla: la persiguió día y noche
hasta llegar al país de los Hiperbóreos.Heracles
no podía derramar una gota de sangre de la cierva porque tendría
que dar explicaciones y sufrir un castigo por sus actos. Estando allí
observó que la cierva bebía tranquilamente y le atravesó las dos
patas por la piel utilizando una flecha que pasó entre el tendón y
el hueso sin derramar sangre. Una vez inmovilizada, la apresó y la
llevó a Micenas sobre sus hombros. La diosa Artemisa al principio se
enfadó, pero entendió los motivos por los cuales había capturado a
la cierva y le perdonó cuando le dijo que cumplía las órdenes que
le había dado Euristeo.
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